Amanecimos muy descansados y decidimos ir dando un agradable paseo desde el hotel hasta el centro de Kandy bordeando el lago. No nos llevó más de media hora y pudimos disfrutar de unas vistas muy bonitas. En la parte derecha de la foto se aprecia el buda al que subimos ayer.
Hay muchos patos por las orillas y nosotros vimos incluso un martín pescador.
Nos acercamos, lo primero, a visitar el templo de la reliquia del diente de buda o Sri Dalada Maligawa, por su nombre original. Como ya expliqué en un post anterior, aquí se guarda el canino izquierdo de Siddharta Gautama, más conocido como Buda. La historia completa de cómo llegó el diente a Kandy la tenéis en la entrada sobre Polonnaruwa.
Pagamos las 1000 rupias por persona que cuesta la entrada y dejamos los zapatos en una especie de consigna. Hay que pasar varios controles de seguridad. Si lleváis mochilas, os harán abrirlas y enseñar su contenido. Y no es para menos. En el año 1998 un atentado suicida de los tigres tamiles se saldó con varios muertos. A pesar de que los destrozos en los alrededores fueron grandes, el edificio que custodia la venerada reliquia, salió casi intacto.
Se realizan tres pujas u ofrendas al día: a las 5:30, a las 9:30 y a las 18:30. Como no somos muy madrugadores nos hemos perdido las dos de la mañana y a la de la tarde nos será imposible asistir ya que tenemos tickets para ver un show de bailes típicos a las 17:30. Como no queremos quedarnos sin presenciar una de las famosas pujas, intentaremos venir otra vez mañana a las 5:30, aunque tengamos que pagar de nuevo la entrada. ¿Seremos capaces?
Los jardines son muy agradables y la entrada al templo es espectacular en sí misma.
Aunque no sea la hora de la ofrenda oficial, se ve mucha gente local que viene a rezar, a traer flores, dinero o comida.
Pasamos un buen rato observando el ir y venir de fieles, paseando por las diferentes estancia y jardines y, por supuesto, tomando fotos. Después recogimos nuestro calzado y salimos del recinto del templo hacia la ciudad.
Visitamos algunos edificios religiosos adyacentes. Algunos de ellos estaban siendo restaurados, así que nos encontramos todo un poco destartalado.
Ya en la calle nos encontramos con un gigantesco aparcamiento de tuk tuks. Creo que nunca antes habíamos visto tantos juntos.
Los edificios de la ciudad aún mantienen el encanto colonial. Sri Lanka estuvo bajo control portugués, holandés y británico durante diferentes momentos desde el siglo XVI, y todos ellos fueron dejando su legado en muchas de sus ciudades.
Es curiosos encontrarse con una iglesia católica justo al lado de un templo budista y otro hindú. Una mezcla de religiones y culturas que, aunque presente en todo el país, se hace más patente en esta ciudad.
Otra cosa que nos llamó mucho la atención fue la cantidad de despachos de abogados que había por toda la ciudad. Sus cárteles inundan las calles y el entrar en sus oficinas, muchas a pie de calle, es realizar un viaje directamente al pasado. Las máquinas de escribir a la vieja usanza y las montañas de papeles sustituyen aquí a las aburridas e impersonales oficinas super-digitalizadas a las que estamos acostumbrados en occidente.
Comimos algo en el Empire Cafe, en la calle que da al lago. Aunque no era muy barato, estaba todo muy rico. De allí nos fuimos directamente a la sede de la asociación YMBA (Young Men’s Buddhist Association), en la calle Rajapihilla Mawatha, donde a las 17:30 comenzaría el espectáculo de danzas tradicionales cingalesas. En el anterior post me olvidé de decirlo, pero la tarde anterior ya habíamos comprado las entradas (500 rupias por persona). Éstas no son numeradas, así que os recomiendo estar en la puerta una media hora antes del comienzo para coger buenos sitios. De todas formas, los mejores asientos (delante y centrados) los tienen reservados para los grupos de las agencias, pero por lo menos no tendréis que sentaros al fondo del todo o separados. El show dura aproximadamente una hora y está francamente bien.
En la misma calle hicimos una parada para curiosear en una tienda de máscaras típicas y al final picamos. Me chiflan las máscaras, no sé por qué. Tengo una pared en casa llena de máscaras de diferentes partes del mundo, pero no puedo evitar seguir comprando alguna de vez en cuando, ¿qué se le va a hacer?
Tras el duro regateo, cogimos un tuk tuk hasta el restaurante de ayer, The Garden Cafe. Nos había gustado tanto que quisimos repetir, tras lo cual, un corto paseo nos llevó de nuevo al hotel y casi directamente a la cama. Mañana queríamos madrugar mucho para poder presenciar la primera puja del día en el templo del diente de buda. Según nos habían dicho era la más frecuentada por los sri lankeses y apenas tenía afluencia de turistas. ¡Normal! ¡Menudas horas!