Las pirámides de Teotihuacán son una visita absolutamente imprescindible cuando se está por la zona de Ciudad de México. En serio, si sólo dispones de un día o incluso de unas pocas horas, debes visitar las pirámides de Teotihuacan, sí o sí. Normalmente no suelo ser tan tajante a la hora de dar “consejos”, pero en este caso, creo que no equivocarme.
A escasos 80 kilómetros del centro de la ciudad se sitúa esta maravilla del mundo antiguo. Aunque hay buses que conectan el DF con el recinto donde se ubican las pirámides, son bastante habituales los asaltos a turistas, por lo que quizás sea más recomendable unirse a un tour. Podéis contratar uno en cualquier hostel o agencia y los precios, a fecha de hoy, octubre de 2017, rondan los 400-600 pesos. Suelen incluir otras actividades y visitas, como por ejemplo la visita a la Basílica de Guadalupe o una cata de tequila. Elegid el que más os convenga.
Una amiga de Iris había estado no hacía mucho por México y le pasó el contacto de un conductor con el que hizo sus excursiones por la zona. Tras contactar con él, nos decidimos a contratarle. Nos pidió 800 pesos (20 euros por persona) por una excursión de todo el día a Teotihuacán, con una parada para ver la Basílica de Guadalupe (entradas y aparcamientos incluidos).
El chico se llama Andrik y es majísimo. Nosotras acabamos yendo con él al día siguiente a Xochimilco, donde terminamos tomándonos unas cervezas con él, como si de un viejo amigo se tratara. Os paso su contacto, por si estáis por el DF y os pudieran interesar sus servicios.
- Teléfono móvil: +52 (1) 55 3415 6960
Si llamáis desde un teléfono mexicano, tenéis que marcar desde el 55, obviando el código del país y el 1.
También responde muy rápido por WhatsApp. - E-Mail: andrikh@hotmail.com
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe
Es el santuario mariano más visitado del mundo (¡nada menos que 27 millones cada año!). Se encuentra al norte de la ciudad de México, dirección en la que se encuentra Teotihuacán, por lo que es muy buena idea combinar ambas visitas en un mismo día. Hay que tener en cuenta que la ciudad es enorme y el tráfico no facilita para nada los desplazamientos, por lo que lo ideal es organizarse las visitas por zonas.
Se trata de un recinto bastante grande, en el que se pueden visitar diferentes edificios. Nosotros comenzamos por la Capilla del Cerrito, la más antigua de todas, y donde se recuerda el milagro de las rosas y la primera de las apariciones de Santa María de Guadalupe.
Cuenta la leyenda que la virgen se le apareció a un indígena mexicano, llamado Juan Diego, y le pidió que llevara un mensaje para reconfortar a un obispo enfermo. El obispo no le creyó y le pidió que le aportara pruebas. Juan Diego volvió al lugar en el que vio a la virgen, donde, sorprendido, encontró rosas floreciendo en pleno invierno, lo que la iglesia católica siempre ha considerado un milagro. Recogió algunas de ellas y las envolvió en un manto para llevárselas al obispo como prueba. Al abrir el manto, para mostrar las flores al obispo, ambos vieron como una imagen de la virgen había quedado impresa en el tejido.
Esta capilla se encuentra en la cima de una pequeña colina, a la que se llega por unas empinadas escaleras.
Las vistas del resto del recinto desde lo alto son fantásticas.
Descendemos de nuevo a la plaza principal del recinto, donde coexisten dos basílicas, la antigua y la nueva.
La Antigua Basílica de Guadalupe fue construida entre los años 1695 y 1709. Es un precioso edificio de estilo colonial, en el que destaca una preciosa cúpula amarilla.
Durante la construcción del convento de las Capuchinas (el edificio adyacente, con su característica cúpula roja), se produjeron fatales daños estructurales en la Antigua Basílica.
A pesar de las múltiples reparaciones que se realizaron, y debido a la inestabilidad del suelo, la Basílica fue hundiéndose por su lado sur. Esto se aprecia a simple vista y es especialmente notoria la inclinación del suelo en su interior. ¡El camino hasta el altar está completamente cuesta arriba!
Estos graves desperfectos en la Antigua Basílica, propiciaron que, el 12 de diciembre de 1974, se comenzara la construcción de la Nueva Basílica de Guadalupe, el edificio verde con forma de carpa.
Ésta es la actual Basílica y la que hoy en día sigue en funcionamiento. En su interior se celebran las misas y se congregan los feligreses y peregrinos para rezar.
En este santuario hay algunos edificios más, como por ejemplo la Capilla del Pocito (en la foto de la izquierda), construida sobre un pozo de agua considerada milagrosa.
Tras dar por concluida nuestra visita al santuario, volvimos al coche y emprendimos camino hacia la visita estrella del día.
Las pirámides de Teotihuacán
Teotihuacán fue construida a partir del siglo I d. C. por los mexicas sobre unas ruinas ya preexistentes y fue, durante su apogeo, entre los siglos III y VII d.C., una de las mayores ciudades prehispánicas de Mesoamérica.
Esta zona arqueológica fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987 y a día de hoy, es uno de los monumentos más visitados de todo el país.
Nada más entrar al recinto, nos encontramos de frente la Ciudadela, un conjunto de estructuras en torno a una gran plaza cuadrangular.
Desde este punto se tiene una vista privilegiada de las Pirámides del Sol (la de la derecha) y de la Luna (a la izquierda).
En uno de los extremos de dicha plaza, se encuentran las ruinas de la Pirámide de la Serpiente Emplumada (también llamada Quetzalcóatl).
Cuesta imaginarlo, pero en su día, esta estructura estaba completamente pintada de vivos colores. Para los más interesados en el tema, en el Museo de Antropología de Ciudad de México podréis encontrar una fiel reconstrucción a todo color de esta pirámide.
Volviendo sobre nuestros pasos, llegamos de nuevo a la entrada. Ante nosotros se abre majestuosa la Calzada de los Muertos, una amplía vía que atravesaba la ciudad.
El recinto es muy extenso. Aunque parezca que las grandes pirámides del fondo de la foto están cerca, nos engaña su enorme tamaño. Tan sólo la parte visitable de la Calzada de los Muertos ya mide dos kilómetros y no hay ni una triste sombra, así que es indispensable protegerse bien del sol y beber mucha agua.
Comenzamos a recorrer la Calzada de los Muertos, parando en numerosos rincones para admirar el conjunto arqueológico desde todas las perspectivas posibles.
La zona está plagada de nopales (lo que en España conocemos como chumberas).
Este cactus es muy apreciado en la gastronomía mexicana. Y no estoy hablando sólo de sus frutos (lo que nosotros conocemos como higos chumbos), sino que también se consumen sus tallos, por ejemplo, en ensalada. ¡Estoy deseando probarlos!
A medida que nos aproximamos a la Pirámide del Sol, ésta va haciéndose más y más grande. Con sus 63 metros de altura, se trata de la tercera pirámide más alta del mundo, sólo por detrás de la Gran Pirámide de Keops, en Egipto, y de la Gran Pirámide de Cholula, también en México.
Desde su base, y debido a su forma, ni siquiera se ve la cima. Se comienza el ascenso sin poder ver la meta, como el alpinista que, tras cada repecho, descubre que aún no ha llegado a la cúspide. Siempre aparece un nuevo tramo de infinitas escaleras que, junto con el abrasante sol, van haciendo mella en mí. Bueno, en mí y en gran parte de los turistas que allí nos congregamos.
El esfuerzo de la subida (¿o debería llamarlo escalada?) se ve recompensado inmediatamente al llegar a la cima. Las vistas son de esas que nunca se olvidan.
La bajada no es mucho más sencilla que la subida. Los escalones son muy irregulares, hay mucha gente y, tras un buen rato descendiendo sin descanso, las rodillas se resienten.
Retomamos nuestro camino hacia la Pirámide de la Luna, no sin antes echar un último vistazo a la “mole” que acabamos de escalar. ¡Impresionante!
Hay muchos vendedores de artesanías y recuerdos varios que se agolpan, sobre todo, en este último tramo de la Calzada de los Muertos. No avasallan para nada al visitante, si no mostráis interés, no insistirán.
Subimos hasta el primer piso de la Pirámide de la Luna, de “tan sólo” 45 metros de altura. La subida hasta la cima estaba cerrada en el momento de nuestra visita y, aunque nos apenó el no poder alcanzar el nivel más elevado, nuestras piernas lo agradecieron. Las vistas de todo el conjunto arqueológico desde aquí son, para mi gusto, las mejores de todo el lugar. Una imagen vale más que mil palabras.
Emprendimos el camino de vuelta hacia el aparcamiento y fui haciendo balance mental de la visita. Teotihuacán había superado con creces mis expectativas, ¡y éstas eran bien altas! Pocos lugares me han sorprendido tanto. Me voy con un muy buen sabor de boca.
Lucha libre mexicana
Llegamos al DF después de chuparnos un tremendo atasco, cosa normal en tan gigantesca ciudad. El día no había terminado aún para nosotros. Tras una ducha rápida nos dirigimos al México Arena a ver uno de los espectáculos más populares del país: la lucha libre mexicana.
Yo no estoy a favor de la violencia, por lo que nunca he ido a ver un combate de boxeo, muay thai, o similares. Sin embargo, la lucha libre es una mezcla de deporte y movimientos estudiados, por lo que los golpes, salvo accidentes, no son “reales”. Yo lo describiría como una especia de coreografía, en el que todos los participantes deben coordinar sus “golpes” y “ataques”.
Pagamos 190 pesos por persona por las entradas, aunque dependiendo de los asientos, el precio puede variar bastante. No está permitido entrar con cámaras, así que os recomiendo dejarla en el hotel. Iris se olvidó de que llevaba la Go-pro en la mochila, pero por suerte pudo dejarle en una especie de consigna. Cuando terminó el espectáculo se la devolvieron sin ningún tipo de problema, así que no os preocupéis si os ocurre lo mismo.
Cuando entramos, ya había muchísimo ambiente. Familias completas acuden a disfrutar del espectáculo (niños incluidos), hay vendedores de cerveza y palomitas que se pasean entre el público, la gente grita improperios a los luchadores… ¡Toda una experiencia! Las fotos están hechas con el móvil, así que la calidad no es la deseable, pero os podréis hacer una idea.
Os dejo un video de YouTube para que veáis más o menos lo que os encontraréis si os decidís a ir (mi móvil ya no daba tanto de sí, es una auténtica castaña).
En algunos momentos resulta gracioso, casi ridículo, con movimientos demasiado estudiados, que resultan muy falsos. Hay situaciones que rozan, incluso, lo grotesco. En un momento dado, varios luchadores “utilizan” como arma arrojadiza a una persona con enanismo… En fin, no sé ni qué decir.
El espectáculo duró alrededor de tres horas. A la salida,nos encontramos con numerosos puestecillos en los que vendían máscaras, muñecos y todo tipo de recuerdos. No pudimos evitar probarnos unas máscaras y Andrik nos hizo algunas fotos con el móvil de Iris.
Aquella noche caí rendida en la cama. Poco me importó el ruido de la fiesta que había montada en la terraza del hostel. Había que reponer fuerzas para mi último día en Ciudad de México.