Mucho menos conocido que su hermano mayor, el valle del Rin, pero con el mismo encanto, si no más. El valle del Mosela, afluente del Rin, está plagado de castillos y pueblecitos con encanto. Los paisajes, verdes a más no poder y plagados de meandros y viñedos, son realmente espectaculares.
Muy cerca de la confluencia del Mosela con el Rin, se encuentra el Burg Eltz, cuya visita os recomiendo encarecidamente.
Comenzamos la visita al valle del Mosela en el que es, quizás, su castillo más famoso: el Burg Thurant. En su página web, por desgracia únicamente en alemán, Cosa habitual para muchas atracciones turísticas del país germano, encontraréis los horarios de apertura y los precios de admisión.
Ya desde la carreterita que lleva hasta el Castillo, se aprecia perfectamente su orgullosa figura, asomado al río desde su privilegiada posición y rodeado de viñedos.
El acceso a la fortaleza es a través de un bonito puente, flanqueado por dos leones.
No visitamos su interior, ya que en días anteriores habíamos visitado otros castillos y no queríamos acabar con un empacho de historia. Sí nos asomamos a su patio y jardines y, la verdad, es que prometían.
Siguiendo el Mosela en dirección sur, llegamos al pintoresco pueblo de Cochem, donde, desde lo alto de una colina, el castillo Reichsburg nos da la bienvenida.
Coincidimos con las fiestas del pueblo (Burgfest), que se celebran todos los años el primer fin de semana de agosto, por lo que todo estaba a rebosar de gente. Según nos dijeron, había una fiesta de temática medieval, con todo tipo de espectáculos, mercado, etc., en el castillo.
Hay autobuses que realizan el trayecto entre el pueblo y el fuerte. A nosotros nos echó para atrás la cantidad de gente que había, esperando para cogerlo. Como no queríamos perder casi todo el día sólo para subir al castillo, decidimos quedarnos por el pueblo y pasear.
El pueblecito es encantador y había muy buen ambiente, con gente con trajes medievales, mimos, etc. El tiempo acompañaba y las terrazas de los bares y restaurantes estaban llenas de gente.
Bien entrada la tarde, tras mucho pasear y un rico helado, cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos hacia el sur, a las ruinas de Grevenburg. Una carretera estrechísima (en algunos puntos no cabe más que un coche) y repleta de curvas lleva hasta un precioso mirador en lo alto de la colina, donde se encuentran las ruinas del antiguo castillo. Desde allí, las vistas del río y del pueblo de Traben-Trarbach, son inmejorables.
El castillo fue construido en el año 1350 y fue conquistado por Luis XIV de Francia en 1680, quien mandó ampliarlo. Tras sobrevivir a diferentes contiendas y sus consecuentes y necesarias reconstrucciones, fue volado por los aires por los franceses en el año 1734. El siguiente dibujo muestra el castillo en ese mismo año, justo antes de ser completamente destruido.
Justo al lado de las ruinas hay un pequeño bar, donde terminar una dura jornada de visitas con las mejores vistas posibles. Si aún tenéis tiempo y energía, hay muchos más lugares interesantes por la zona. Podéis hacer una caminata desde el pueblo de Bremm hasta lo alto de una colina con vistas a un bonito meandro del río, o visitar el pueblo de Bernkastel-Kues y las ruinas del castillo Landhut. Éstas son sólo algunas de las posibilidades, pero si visitáis el valle del Mosela, descubriréis, seguro, muchísimas más.