Postales del valle del Rin

El mundialmente famoso valle del Rin (Rhein, en alemán), también conocido como Rin romántico, es un tramo de este río de unos 65 kilómetros que discurre entre las ciudades de Bingen am Rhein y Coblenza.

Es una zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en junio de 2002 y es famosa por la gran cantidad de castillos y fortalezas que se concentran a ambas orillas. Esto, unido al magnífico paisaje, hacen que sea uno de los principales destinos turísticos del país.

Este valle, cuyos riscos alcanzan en algunos puntos más de cien metros de altura, goza de un suave microclima, lo que ha propiciado que en sus laderas se cultive la vid. Veréis por todas partes plantaciones de viñedos en forma de terrazas.

El Rin era una importante vía comercial de Europa central desde tiempos antiguos. En la Edad Media comenzaron a surgir los primeros castillos, los cuales tenían una función aduanera, además de defensiva. Hoy en día son el mayor reclamo turístico de la zona.

Se puede recorrer el valle fácilmente en coche. En ambas orillas encontraréis una carretera principal que une los principales atractivos de la zona. Para no estropear el impresionante paisaje, no se han construido puentes que crucen el río. Los únicos que hay en este tramo, los encontraréis en Coblenza al norte y en Wiesbaden al sur. Hay varios servicios de ferry que conectan ambas orillas, aunque también podéis planear vuestra visita de manera “circular”, subiendo por una orilla y bajando por la otra. Otra opción muy recomendable es tomar uno de los muchos barcos que recorren el río.

Os dejo un mapa con las principales atracciones, tanto del valle del Rin como del valle del Mosela, del que hablaré en otro post, para que os orientéis un poco.

Nosotros visitamos en primer lugar la orilla oriental en dirección hacia el norte, cruzamos el río en Coblenza y recorrimos la orilla occidental en dirección sur hasta Bacharach, así que en esta entrada hablaré de los diferentes lugares que visitamos en este orden.

Orilla oriental

Las vistas del Rin se abrieron majestuosas frente a nosotros. Fuimos recorriendo la serpenteante carretera a orillas del río y parando en los diversos miradores que encontramos.

Nuestra primera parada fue en un recodo del camino, con unas vistas inmejorables del Burg Rheinstein, en la orilla opuesta.

A lo lejos, se intuía la imponente silueta de otro castillo en la orilla occidental, el Burg Reichenstein.

A pocos minutos en coche de allí, otro castillo, el Burg Sooneck, también en la otra orilla, nos mostró su mejor cara.

Un poco más al norte, otro castillo nos saluda entre viñedos desde la orilla opuesta: el Burg Stahleck.

Como veis, la concentración de castillos en este valle es enorme, por lo que a no ser que vuestra visita se alargue durante varios días, es imposible visitarlos todos. Algunos de ellos incluso se pueden visitar por dentro. Lo mejor es que hagáis una selección en base a vuestros gustos y le dediquéis algo más de tiempo a los que más os interesen.

Nos dirigimos al siguiente punto de nuestra ruta: el Burg Pfalzgrafenstein. Se trata del castillo más original y diferente de todo el valle, encontrándose en un islote en medio del río.

En temporada alta, desde marzo o abril hasta finales de octubre, un bote parte cada media hora desde la población de Kaub hacia el castillo. El billete de ida y vuelta cuesta tres euros para los adultos y justo la mitad para los niños.

La entrada al castillo, a pagar aparte una vez en el islote, cuesta cuatro euros para los adultos y 2,50 para los niños. Tienen página web, pero por desgracia, está únicamente en alemán. Esto es algo lamentablemente muy común para muchas atracciones del país, aunque espero que vayan mejorando poco a poco.

La forma de este bonito castillo del siglo XIV, de planta pentagonal, me recuerda a un enorme barco varado en mitad del río.

Visitamos las diferentes galerías y salas de la antigua fortaleza aduanera en poco más de una hora. Me pareció especialmente interesante el retrete: una especie de balcón sobre el río, en el que habían colocado un asiento de madera con un agujero en el medio. De esta forma, no necesitaban ningún tipo de canalización. Todo caía directamente al Rin.

Esperando al ferry de vuelta, pudimos disfrutar de unas preciosas vistas del pueblecito de Kaub, con sus laderas repletas de viñedos y su castillo.

Un poco más al norte, hicimos una parada, para admirar el Burg Rheinfels, en la orilla opuesta.

Por un camino, subimos con el coche, colina arriba, hasta el mirador Dreiburgenblick. Las vistas del Burg Katz sobre el Rin desde este punto son de postal.

En la siguiente foto, al fondo a la izquierda, se puede ver incluso el acantilado de Lorelei.

Ésta es una zona de fuertes y traicioneras corrientes, donde muchos barcos han naufragado a lo largo de los tiempos. Todo ello dio pie a la leyenda de Lorelei (también escrito como Loreley), una sirena que, según cuenta la historia, solía sentarse en lo alto de la roca y atraía con sus cantos a los navegantes. Las rocas de la base del acantilado hacían el resto.

De allí nos dirigimos al castillo Marksburg, uno de los más bonitos y mejor conservados de todo el valle. Teníamos la intención de realizar la visita a su interior, pero ese día había mucha gente (sobre todo grupos procedentes de los muchos cruceros que recorren el Rin) y para la siguiente visita guiada disponible teníamos que esperar ¡más de una hora.! Nos dio flojera y, aunque no sin pena, decidimos conformarnos con verlo desde fuera.

Os dejo el link a su página web, para más información.

Descendimos la colina, y desde un parque a orillas de un arroyo, divisamos en la otra orilla el maravilloso Burg Stolzenfels, de un bonito color amarillo.

Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a Coblenza, donde por fin, encontramos un puente por el que cruzar el caudaloso río.

Orilla occidental

Nuestra primera parada en esta orilla fue en un mirador con vistas al castillo Marksburg (al que no pudimos entrar poco antes).

La perspectiva desde este punto era completamente diferente. Teníamos ante nosotros una imagen totalmente bucólica, de cuento, en la que el castillo parecía colgar de las nubes, como en el cuento de Jack y las judías mágicas. Sí, tengo mucha imaginación, ¿qué le vamos a hacer?

Nuestra siguiente parada fue en el pintoresco pueblo de Boppard, donde dimos un agradable paseo.

En frente del pueblo, en la otra orilla, alcanzamos a ver una bonita iglesia de piedra y empinados tejados de pizarra.

A pocos kilómetros de allí hicimos dos paradas para obtener una buena panorámica de dos icónicos castillos con curiosos nombres: el Burg Maus o Castillo del Ratón (en la primera imagen) y el Burg Katz o Castillo del Gato (en la segunda foto), el cual ya habíamos visto desde el mirador Dreiburgenblick, en la orilla oriental.

A muy corta distancia el uno del otro, parece que estén realmente jugando al ratón y al gato.

Siguiendo el curso del río en dirección sur, pasamos por el pueblo de Sankt Goar. A la entrada, unas bonitas torres, con el Burg Rheinfels como telón de fondo, nos reciben.

No paramos en el pueblo por falta de tiempo, aunque tenía pinta de ser precioso. Si podéis, os recomiendo que le dediquéis un par de horas para explorarlo a fondo.

Un poco más al sur, volvimos a encontrarnos, esta vez desde la orilla contraria, con el Burg Pfalzgrafenstein, el cual habíamos visitado aquella mañana.

Y llegamos a la última parada de nuestra ruta por el valle del Rin: el bonito pueblo de Bacharach, fotogénico como pocos.

Destacan las casas de entramados de madera, que abarrotan las pequeñas callejuelas del centro.

Y se acabó lo que se daba. Aunque nos han quedado muchas cosas en el tintero (la visita al castillo Marksburg, Coblenza y el deutsches Eck, subir en telesilla a Gedeon’s Eck, etc.), nos vamos con muy buen sabor de boca. El valle del Rin, con sus imponentes castillos y su maravilloso paisaje, es una de mis zonas preferidas de Alemania. Ésta ha sido mi segunda visita y seguro que no será la última, así que me despido con un “¡hasta pronto!”.

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