Tengo la sensación de que el término “mochilero” está algo sobrevalorado últimamente.
Hasta hace unos años el concepto que tenía la mayoría de la gente de un mochilero, era el de un viajero cargando una mochila casi más grande que él mismo y de pinta zarrapastrosa.
En la actualidad, si dices que te vas de viaje, casi hay que añadirle la coletilla “de mochilero” para hacer que suene interesante. Supongo que hoy en día viaja mucha más gente y ese toque “aventurero” es lo que hace que suene más exótico.
Pues os voy a hacer una confesión: Yo no me considero una mochilera en toda regla. ¿Y qué? Tengo alma viajera, sin importar si llevo mochila, maleta o si voy simplemente con lo puesto.
En primer lugar, aunque suelo viajar con mochila, si el destino y el tipo de viaje lo permite, prefiero llevar mis cosas bien estiradas en una cómoda maleta con ruedas. A una escapada corta por Europa me llevaría un trolley pequeñito, y si me voy una semana de vacaciones con pocos o ningún traslado cogería mi maleta para facturar.
Elijo la mochila para viajes en los que de antemano sé que una maleta podría resultar incómoda. No es lo mismo cargar la mochila a la espalda por una calle sin asfaltar y embarrada, que ir arrastrando a trompicones una pesada maleta por esa misma calle. Prefiero mil veces tener que llevar mi mochila en las piernas durante un trayecto en barca para llegar a una isla perdida, que hacerlo con una dura e inabarcable maleta. O encajarla entre las piernas en un diminuto tuk, o cargarla escaleras arriba en cada uno de los tropecientos alojamientos que podemos llegar a visitar en un sólo viaje. Ejemplos no me faltan.
Además, nuestro presupuesto de viaje tampoco es el típico que se esperaría de un auténtico mochilero, si es que existe tal cosa. Sin permitirnos demasiados lujos, tampoco elegimos siempre la opción más barata. Tan pronto nos hospedamos en una habitación doble con baño en una guesthouse con encanto, como dormimos en una habitación compartida en un hostel o en una colchoneta tirada en la cubierta de un barco junto con los pescadores que nos acompañan.
Intentamos que el viaje sea lo más cómodo posible, pero si hay que recortar gastos, por el motivo que sea, no se nos caen los anillos. Lo importante es viajar y disfrutar haciéndolo. El cómo es lo de menos.