Desde principios de noviembre no deja de chocarme ver la decoración navideña inundándolo todo. No pega con el calor tropical, las palmeras y mis chanclas. Siempre he asociado la Navidad con el frío de la calle, con la nieve (más aún desde que vivo en Suiza), con el calorcito del hogar, los turrones y mazapanes, el árbol, los anuncios de la tele, el abrigo y la bufanda…
Este año todo es distinto para mí, y la Navidad no iba a ser menos. Ahora mismo, Nochebuena, nos encontramos en Costa Rica, más concretamente en Bahía Drake. Y no se me he colado una errata: digo “nos encontramos” porque ya no viajo sola. Hace unas semanas que Daniel, mi marido, me acompaña en este increíble viaje.
Está claro que tengo que contaros muchas cosas. Siento el retraso, pero han sido unos días muy intensos y ajetreados.
No es el primer año que paso las Navidades lejos de casa. Por desgracia, demasiadas veces me ha tocado pasarlas en Suiza debido a mi trabajo. Sin embargo, siempre me las arreglaba para pasarlas con mis padres (¡les he convertido en viajeros casi a la fuerza!). Así que tengo que reconocer que, a pesar de estar disfrutando del viaje como el primer día, estoy pasando por un periodo de inevitable morriña navideña (ahora mis padres se explicarán porque estos días les he llamado hasta en un par de ocasiones…).
Este año no habrá reunión familiar, ni el discurso del rey (sí, hasta eso se echa en falta aquí), ni canapés, ni el asado de mamá, ni turrones, ni hemos hecho las tradicionales compras navideñas… Son unas Navidades raras, pero tienen su encanto. ¡Hasta hemos “puesto” el árbol y tenemos un regalito!
Ahora mismo nos estamos preparando para ir a cenar a un restaurante que hay al lado de las cabinas en las que nos hospedamos. ¡Invitan mis padres! ¿Será que tanta llamada por Navidad les ha tocado la fibra sensible? Cenaremos en plan barbacoa en una terracita bajo las estrellas, con nuestras mejores galas (la poca ropa limpia que nos queda después de un par de días pateándonos el Parque Nacional de Corcovado) y brindaremos con unos cócteles. No está mal el plan “Navidad tropical”, ¿no?
¡Feliz Navidad a todos!