Y llegó el día V, V de viaje, claro. Con la mochila preparada y muchos nervios en el estómago, me embarco en esta nueva aventura. No es un viaje cualquiera: nada menos que casi un año entero viajando, si todo sale bien.
Y ante esta nueva experiencia que se abre ante mí, no he podido evitar pasarme el día pensando en todas esas cosas que, creo, echaré de menos en muchos momentos. Aquí os dejo la lista:
Cosas que echaré de menos durante el viaje
- A mi familia y amigos. Aunque ya estoy acostumbrada a tenerlos lejos (recordad que vivo desde hace años en Suiza) nunca había pasado tanto tiempo sin ir por España.
- A mi chico (hasta que nos reunamos en Colombia, claro). Por suerte sólo van a ser dos meses y seguro que se me pasan volando (a él probablemente se le hagan más largo, que es el que se ha quedado trabajando un tiempo).
- A mi gato, Coco, con sus cabriolas cuando llego a casa, sus mimitos, sus ronroneos y hasta de vez en cuando, sus bocados. Por suerte sé que no podría estar mejor cuidado en casa de los yayos (mis padres).
- Una buena tortilla española o un buen bocata de jamón de vez en cuando.
- Poder beber agua del grifo sin preocuparme de la temida diarrea del viajero.
- Mi cama y mi almohada.
- Una tarde de sofá, manta y peli en el salón de mi casa, de vez en cuando. En realidad, cuando no estoy viajando, soy bastante hogareña.
- Una buena ensalada (según en qué sitios, los alimentos crudos pueden hacerte pasar más tiempo del que te gustaría en el trono).
Pero no podía dejar que este ataque repentino de melancolía se apoderara de mí, así que, en intento de positivizar mis pensamientos, también he escrito la contra-lista.
Cosas que no echaré de menos durante el viaje
- Los atascos por la mañana de camino al trabajo. Seguro que en algún momento del viaje me topo con alguno, pero dicen que sarna con gusto no pica, ¿no?
- La monotonía del día a día.
- El tiempo en Suiza. Y no sólo en invierno. Por desgracia, allí los días soleados escasean todo el año.
- Las obras de mi barrio que llevan dando la tabarra ya ni recuerdo desde cuándo. Seguro que cuando vuelva aún no están terminadas (en Suiza las cosas se hacen despacio, casi a ritmo a caribeño, aunque el clima no acompañe).
- La absoluta falta de espontaneidad en Suiza. Este punto ni se me pasaría por la cabeza, de seguir viviendo en España, pero los que hayáis pasado una temporada en el país helvético (seguramente sea extrapolable a otros países de la zona), me entenderéis perfectamente. Odio tener que pedir cita, casi como si de la del médico se tratara, para reunirme con familia y amigos. Si ya lo decimos en España, son un poco cuadriculados…
- Esos aburridísimos domingos de limpieza por casa. La mayor ventaja de vivir entre hostels y albergues durante casi un año, sin duda.
- El maquillaje y los tacones. No es que los use mucho ya de por sí, pero, aunque no me guste demasiado “arreglarme” (pero, ¿y qué es lo que hay que arreglar?), al final una acaba pasando por el aro por eso de no desentonar demasiado. Este viaje es la excusa perfecta para dejar las pinturas de guerra y los torturadores de pies aparcaditos en casa durante una buena temporada.
Pues, aunque parezca mentira, este ejercicio de reflexión me ha servido para calmar un poco mis neuras. Alguien me dijo una vez que, si tus sueños no te asustan ni un poquito, es que no son los suficientemente grandes. ¡Está claro que lo mío es soñar a lo grande!
En unas horas estaré volando rumbo a México. ¡Os mantendré informados!