Volcán Acatenango, luces y sombras

Como ya os conté en la anterior entrada, este plan lo improvisé sobre la marcha. Tania, la recepcionista de mi hostel en Antigua, me habló de este trekking y la tentación me pudo. Al final acorté mi estancia en Antigua, a cambio de vivir esta increíble experiencia.

Subiríamos al volcán Acatenango, donde pasaríamos la noche y desde donde tendríamos unas vistas increíbles, si las nubes lo permitían, del volcán de Fuego, del volcán de Agua y de todo el valle.

El Hostal Somos ofrecía este tour, que ellos contrataban a través de una agencia local, por 350 quetzales (unos 40 euros). El precio incluye el transporte hasta la base del volcán y el retorno, equipamiento de acampada (tiendas y sacos de dormir adecuados para las bajas temperaturas, según ellos), toda la comida durante el tour (recomiendan llevar algún snack para el camino) y el acompañamiento por parte de guías locales.

Para entrar al Parque Regional hay que pagar 50 quetzales adicionales (no incluidos en el precio del tour). Además, se recomienda llevar unos 4 litros de agua por persona (tampoco incluida), que habrá que cargar en la subida al campamento.

Se trata de un trekking muy duro. Tengo la sensación de que se ha popularizado mucho y desde Antigua “lo venden” como una excursión de senderismo apta para cualquiera. En mi opinión, no lo es.

El recorrido de subida, de unos 8 kilómetros, tiene un enorme desnivel. Se comienza a 2.200 metros sobre el nivel del mar y se termina en el campamento, a unos 3.600 metros de altura. Os podéis imaginar lo empinado de la ruta. Además, el camino consta de grandes tramos de arena y cenizas volcánicas, lo que hace aún más difícil y cansado el avance. Tampoco hay que menospreciar la altitud a la que nos moveremos y hay que andarse con cuidado con el mal de altura.

El clima de alta montaña, además de muy frío, es impredecible. En el 2016 hubo varios muertos durante una expedición a este mismo volcán por las inclemencias del tiempo, así que no es ninguna broma. Por suerte, Tania me prestó ropa de abrigo. Si no tenéis, las agencias y los hostels os la pueden alquilar. Otra opción es comprar alguna prenda de segunda mano en el mercado local. Creedme, toda ropa que llevéis os parecerá poca una vez arriba.

En el hostel me dijeron que tenían palos de trekking para prestar, lo que supone una gran ayuda, tanto para subir como para bajar. Y eso es exactamente lo que me proporcionaron el día de mi partida. Literalmente: dos palos (entiéndase como dos trozos de madera, de esos que cuando vas al campo coges para ayudarte a andar). Acabé con varias ampollas en las manos por culpa de los dichosos palos. Hubiera sido mucho más adecuado tener unos verdaderos bastones de trekking, que es lo que yo, ingenua de mí, me había imaginado.

Se suponía que pasarían a buscarnos a las 9 de la mañana, nos dirigiríamos en furgoneta al pueblo de La Soledad, en la base del volcán, a alrededor de una hora de Antigua, y comenzaríamos el ascenso. Te aseguran que tienes todo el día por delante, que todo el mundo puede hacerlo. La mayoría de la gente en un estado medio de forma realiza la subida en unas 5 o 6 horas. Yo, no estoy nada en forma, por lo que calculé 7 u 8 horas de ascenso. Con llegar hacia el atardecer me conformaba.

La realidad fue bien distinta. Pasaron algo más tarde de lo acordado a buscarnos al hostel. No dieron ninguna razón para ese retraso. Y no fue porque hubieran ido a buscar primero a gente a otros hoteles, no. De hecho, éramos los primeros en subir a la furgoneta. Luego, estuvimos algo más de media hora recorriendo la ciudad y recogiendo a otros viajeros de diferentes alojamientos.

Cuando, por fin, íbamos al completo, emprendimos camino hacia el volcán, o eso creía yo. Todavía estuvimos casi una hora más parados frente a una casa, donde según los chicos de la furgoneta, estaban preparando nuestras comidas para llevar al trekking. Pero si todos habíamos reservado el tour mínimo con un día de antelación y los organizadores sabían de sobra cuantos éramos, ¿por qué no los tenían ya listos? Ojo, que estamos hablando de dos tristes sándwiches, un trozo de bizcocho, un plátano y un bote de fideos instantáneos (para preparar en el campamento) por persona. Eso, para un duro día de trekking de subida, una noche en alta montaña y una muy complicada bajada. Em serio, ¿no lo podían tener ya preparado?

Cuando, por fin, iniciamos el trekking, eran ya las 12:30 del mediodía. Eso me ponía en una situación muy complicada. El atardecer sería sobre las 17:30 o 18:00, con lo que debía realizar la subida en unas 5 horas. La cosa pintaba mal, pero tenía que intentarlo.

La subida era, efectivamente muy empinada y muy dura. Tras un rato ascendiendo, lenta y penosamente y, siendo realistas con mi ritmo de subida, tuve que, muy a mi pesar, contratar los servicios de un caballo para poder completar la subida antes de que se hiciera completamente de noche. Antes de ese momento, ni siquiera sabía que existía esta opción. Desde luego que fui poco y mal informada.

El dueño del caballo me pidió una cifra desorbitada, que yo me negué a pagar. Intenté regatear el precio, pero el chico era casi tan tozudo como yo. No quise pasar por el aro, así que le dije al guía que me daba igual la hora, pero que subiría andando. La agencia nos aseguró que no importaba a qué ritmo subiéramos, todo el mundo podía hacerlo y los guías esperarían hasta por el más lento de los caminantes. Tardaría lo que hiciera falta, pero a cabezona no me gana nadie, y mucho menos un puñetero volcán.

Creo que el guía se imaginó a sí mismo andando aún a las tantas de la noche, acompañándome en mi subida al volcán y ante tan pésima perspectiva, comenzó a hablar en su dialecto maya con el chico del caballo, quien acto seguido decidió rebajarme el precio del viaje a 340 quetzales. Eso ya me parecía un precio mucho más razonable, teniendo en cuenta que teníamos aún unas 3 o 4 horas de camino por delante, y que el chico luego tendría que hacer el camino de bajada (unas 3 horas más).

Tengo que reconocer que me dio mucha rabia no terminar la subida por mi propio pie, pero también tengo que admitir que disfruté sobremanera de la cabalgata. Al no tener que ir pendiente del difícil camino, me pude centrar en disfrutar de los increíbles paisajes por lo que íbamos pasando. En cuestión de horas, se pasa de un paisaje completamente pelado a una densa selva, para luego dar paso a un bosque lluvioso, hasta llegar de nuevo a una zona de escasa vegetación, ya cerca de la cima.

Hicimos numerosas paradas para que descansaran, tanto el chico como el caballo. Al final, llegamos al campamento sobre las 5 de la tarde, antes que muchos de mis compañeros que habían subido andando y a los que la noche pilló, ya cerca del campamento, pero aún de camino. Una de las mejores cosas de este tour es poder presenciar un bonito atardecer desde lo alto del Acatenango y perdérselo me parece una verdadera lástima. Y todo por haber empezado con tanto retraso el trekking.

Teníamos la suerte de que el día estaba despejado, por lo que teníamos unas vistas privilegiadas del volcán de Agua (el más cercano a la ciudad de Antigua) y del volcán de Fuego, siempre humeante.

Al visionar las fotos en la pantalla de mi cámara y darle al zoom, me di cuenta de que había una persona en las faldas del volcán de Fuego, no muy lejos del cráter. ¿Quién sería el loco que se atreve a subir a un volcán en erupción?

Las tiendas de campaña ya estaban montadas y los sacos preparados dentro de las mismas. Dejamos nuestras mochilas en las tiendas y nos reunimos en torno a una fogata que los guías habían preparado. El frío y el viento eran intensos, por lo que el único lugar en el que todos queríamos estar era junto al fuego.

Calentamos agua para prepararnos la sopa de fideos y un chocolate caliente y cenamos todos juntos al calor de la hoguera.

De repente, se oyó un “trueno”. Pero si no se veían nubes de tormenta, ¿cómo podía ser? ¡Era una explosión del volcán de Fuego! Una humareda negra e intensa salía del cráter.

Y de repente, el volcán comenzó a escupir ¡lava!

Era simplemente increíble. Nadie hablaba. Todos estábamos boquiabiertos, mirando el fuego que salía del interior de la tierra, allí, justo frente a nosotros.

Esa imagen, parecida a fuegos artificiales en mitad de la oscuridad, se me ha quedado grabada para siempre en mi memoria.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de realizar este trekking es el temido mal de altura. Entre la falta de oxígeno y el humo de la fogata, hubo un momento en el que me mareé bastante. Entre varios, tuvieron que ayudarme a llegar a la tienda de campaña más cercana, donde me dejé caer. Tras un rato allí tumbada, me recuperé. Otro chico de mi grupo también se vio afectado por el soroche (como lo llaman por aquí), y se pasó un buen rato vomitando entre unos arbustos. Desde luego, este no es un tour exento de peligros y las agencias deberían advertirlo.

Cuando ya no aguantábamos más el gélido viento que nos cortaba la respiración, nos fuimos guareciendo en las tiendas, dispuestos a pasar la noche. Aquí sufrí otro pequeño gran shock. La tienda que nos habían asignado a mí y a otras cuatro chicas estaba rota. La cremallera no cerraba, por lo que no teníamos manera de aislarnos del frío viento. Pero es que, además, cuando vi los sacos de dormir se me cayó el alma a los pies. Yo tengo un saco de verano similar en casa. Un saco así es el que usaría para irme de acampada en Suiza en pleno agosto, que por las noches refresca, no para dormir a casi 4.000 metros de altura y a varios grados bajo cero.

Pasamos muy mala noche. Me despertaba cada poco y a menudo oía como a alguna de las chicas de mi tienda le castañeaban los dientes. Yo tampoco podía dejar de tiritar. De vez en cuando, se oía un enorme estruendo y la tierra temblaba. Era el volcán de Fuego recordándonos donde estábamos.

El plan era subir hasta la cima, casi 400 metros por encima de donde nos encontrábamos, para ver el amanecer. Sin embargo, el cielo estaba muy encapotado y no habríamos podido ver nada, así que abortamos la misión y seguimos intentado dormir un ratito más los unos, calentándose en el fuego los otros.

Sobre las 7 de la mañana, ya con todo recogido, iniciamos el camino de regreso a la base del volcán. Si la subida es dura, no lo es menos la bajada. La arena y las cenizas que conforman el camino resbalan muchísimo. Todos nos caímos en algún momento durante el descenso, a pesar de los ya famosos “palos” de trekking.

Cuando llevas varias horas bajando sin parar, frenándote continuamente para no caer, las rodillas empiezan a doler, y mucho. Llega un momento en que te tiemblan las piernas, que sientes que no las controlas, pero sigues bajando. Al final, cuando llegas de nuevo al pueblo de La Soledad, la alegría es máxima.

Tenía el cuerpo completamente dolorido: el culo por la larga cabalgata del día anterior, las rodillas de la bajada, los brazos y las manos de sujetarme a los palos como si no hubiera un mañana, la espalda de la mala noche pasada… Pero había sido una experiencia única y había presenciado algo que, hasta ahora, sólo había visto en los documentales de la 2 (sí, esos con los que todos nos echamos la siesta en verano, pero entre cabezada y cabezada alguna erupción volcánica alcancé a ver).

Nos dieron un buen desayuno (nos lo habíamos ganado), a base de huevos, frijoles y tortillas y volvimos en la furgoneta hasta Antigua.

Quizás me he centrado demasiado en esta entrada en lo negativo de este tour (la mala organización, el equipo inadecuado y la poca información), pero está claro que la recompensa a tanto sufrimiento es grande. Si alguien me preguntara si volvería a hacerlo, le diría que así, no. Con más tiempo para subir tranquilamente y a mi ritmo y con un mejor equipamiento (ropa térmica, sacos y tiendas adecuados, bastones de los de verdad, etc.), sin duda, repetiría.

Hay muchas agencias en Antigua que realizan este tour y los precios son muy variados y, en general, acordes a la calidad que ofrecen. Yo cometí el error de no informarme mejor antes de embarcarme en esta aventura, pero os recomiendo que no sólo os fijéis en el precio, sino en las prestaciones, horarios, etc. En un trekking tan duro, esto puede marcar la diferencia.

2 comentarios

  1. Hola me encantó tu post y me sirvió de muchisimo, estoy pensando ir en enero. Podrías por favor decirme con cual agencia viajaste? No quiero que me pase lo mismo!
    Muchas gracias y genial el blog!

    1. ¡Hola Natalie!
      Perdón por tardar tanto en contestar.
      La verdad es que no sé si a día de hoy se siguen realizando este tipo de tours. Hace poco más de un año (en junio de 2018) el Volcán de Fuego erupcionó de forma violenta. Murió mucha gente y muchas más personas desaparecieron.
      Así que lo primero que te recomiendo es que te informes con las agencias o hostels locales acerca de la situación de seguridad en la zona.
      Como conté en el post, yo reservé este trekking directamente en mi hostel (tienes todos los datos en el artículo). Ellos simplemente actuaban de intermediarios, así que no sé exactamente con qué agencia lo contrataron ellos y, por lo tanto, no sé con qué agencia en concreto me embarqué en esta aventura.
      Siento mucho no poder ofrecerte mucha más información. Lo único que te puedo recomendar es que no escatimes con el precio. Por lo que yo pude constatar, las agencias baratas suelen tener peores equipamientos y preparación en general.
      ¡Mucha suerte!
      Y si al final consigues subir al Acatenango, me encantaría que me contaras tu experiencia.
      ¡Un saludo!

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