Día de cenotes en Homún

La Península del Yucatán es como un enorme queso Gruyère: está repleta de “agujeros”. Los mayas los denominaron dzonoot, que significa hoyo con agua. Sí, estoy hablando de los famosos cenotes mexicanos. Y en la Península del Yucatán hay unos ¡5.000!

Un cenote no es más que una cámara subterránea o cueva que se genera cuando la roca kárstica se disuelve debido a una filtración de agua de lluvia. En ocasiones la bóveda o techo puede derrumbarse, resultando en una especie de piscina de aguas cristalinas al aire libre. En otras, el cuerpo de agua permanece oculto, con más o menos iluminación natural, en la caverna original.

Los cenotes de la Riviera Maya y demás destinos hiperturísticos de la zona son archiconocidos (Ikkil, Chac Mool, Dos Ojos…), pero hay otras zonas con alta concentración de cenotes mucho menos populares y, por supuesto, con mucha menos afluencia de turistas.

Yo dediqué un día a conocer varios de los cenotes de la zona de Homún en una cómoda excursión por mi cuenta desde Mérida. Aunque otra opción a tener en cuenta podrían ser los cenotes de Cuzama, no muy alejados de allí. Me centraré en contaros mi experiencia en los cenotes de Homún.

En los alrededores de este pequeño pueblo yucateco se encuentran numerosos cenotes (¡y los que quedan por descubrir!). Muchos de ellos se encuentran en terrenos privados y debido al boom, sobre todo del turismo nacional, cada vez más propietarios de cenotes los están adecuando y adaptando para el turista.

Aún así, si queréis una experiencia más auténtica, aún quedan muchos cenotes en estado completamente natural y salvaje (eso sí, de difícil acceso, sin iluminación…). Es cuestión de informaros bien (lo podéis hacer al llegar) y elegir en base a vuestros gustos.

¿Cómo llegar?

Para llegar a Homún desde Mérida debéis dirigiros a la Terminal de buses del Noreste, en la esquina entre las calles 50 y 67 (como ya os conté en posts anteriores hay tres terminales en la ciudad y dependiendo del destino tendréis que ir a una u otra… ¡Un auténtico lío!).

Os recomiendo que os informéis sobre los horarios el día anterior. No hay mucha frecuencia de autobuses a este destino, así que os podréis evitar un buen rato de espera en la estación. El billete solo de ida me costó 26 pesos (unos 2,5 euros). No compré la vuelta porque no tenía ni idea de cuanto tiempo pasaría por Homún, así que preferí tener completa libertad de horarios.

Si acabáis de perder un bus y no os apetece esperar hasta el siguiente, también tenéis la opción de coger una combi (una minivan que funciona como taxi compartido) justo frente al terminal, aunque es mucho más incómoda (el espacio dentro es, además de reducido, aprovechado al máximo) y sus conductores no suelen tener fama de prudentes, precisamente.

Mi llegada a Homún

Tras poco más de una hora (dependiendo del tráfico de salida de la ciudad), el bus os dejará en un camino a la entrada de Homún. Algunos conductores de motocarros (una moto con una especie de carrito para transportar a viajeros en la parte de delante) esperan allí a los turistas para ofrecerles sus servicios.

Yo acabé yéndome de tour por cinco cenotes de la zona con Andrés, el primer conductor con el que entablé conversación nada más descender del bus y que resultó ser la mar de simpático. Por lo que pude ver, las tarifas de todos ellos son similares, así que no sirve de mucho el regateo. Supongo que tienen una especie de pacto entre ellos. Aún así, el precio de 150 pesos (menos de 7 euros) por un tour sin límite de tiempo ni estrés ninguno, me pareció más que aceptable.

Por si os pudiera interesar contactar con él para organizar vuestro tour os dejo su teléfono: +52 1 999 144 2067

Al haber tantos cenotes por la zona, lo primero que hizo Andrés fue preguntarme cuáles quería visitar. Yo no me había informado mucho antes de ir, así que le dije que ni idea. Eso sí, le dije que no quería perderme alguno que él considerara como imprescindible o un must see, a sabiendas de que habría bastante gente. También tenía claro que quería ver alguno que no fuera muy turístico, para poder tener una experiencia más tranquila y privada. Dicho y hecho. Él ya tenía en mente a los cinco elegidos y arrancamos hacia el primero de ellos.

Cenote Hool Cozon

Su nombre en maya significa “nido de golondrinas”, aunque yo no vi ninguna.

Después de bajar unas empinadas y resbaladizas escaleras metálicas, llegaréis a una plataforma de madera, donde podréis dejar vuestras cosas si os animáis a pegaros un chapuzón.

Es un cenote cerrado (la cueva o agujero tiene “techo”) a excepción de un pequeño orificio en la bóveda de roca, por donde entra algo de luz. Cuando vuestros ojos se acostumbren a la penumbra, podréis ver el precioso color de sus aguas cristalinas iluminadas por algún que otro rayo de sol que se cuela por el tragaluz de esta cúpula natural.

Cuando nosotros llegamos, sólo había una pareja con su guía. No se animaron a bañarse, así que se fueron en seguida, dejándonos completamente solos.

Al principio dudé si meterme en el agua. La verdad es que impresiona no ver el fondo. La oscuridad de algunas zonas puede dar rienda suelta a nuestra imaginación y hacernos pensar en criaturas extrañas y terribles. Pero al final, la tentación pudo más que mis miedos. Dejé toda mi ropa (ya llevaba el bañador puesto desde Mérida), cámara, etc. a buen recaudo con Andrés y me dispuse a meterme en las transparentes aguas.

¡El agua estaba helada! Hay una escalerita que facilita el ir entrando poco a poco. ¡Menos mal! Una vez dentro y con el cuerpo ya acostumbrado a la temperatura ¡fue una auténtica gozada! Estuve un buen rato en aquella extraña piscina natural, a varios metros por debajo del suelo, y en completa soledad. Fue un momento muy relajante. Uno de los mejores baños de mi vida.

Con pena, salí del agua, me sequé un poco y volví al motocarro, para seguir, ya con Andrés, camino al siguiente cenote.

Cenote Tres Oches

Su nombre en maya significa “los tres zorros” y es un cenote pequeñito y en el que destacaría su gran encanto natural.

Las escaleras de bajada son algo “complicadas”, así que hay que descender despacio y con mucha precaución.

Debido a su reducido tamaño y su complicado acceso, no es de los cenotes más visitados, por lo que es un lugar ideal para un bañito en completa soledad, o casi. Cuando yo llegué, había una pareja ya dentro del agua. ¡Ni tan mal!

Cenote San Juan

Éste sí que es un cenote bastante desconocido y poco visitado. La entrada está semi escondida y bien disimulada con las raíces de un árbol cercano.

A pesar de tener un aspecto un tanto salvaje, está acondicionado para las visitas, que pueden acceder a él a través de unas cómodas escaleras de madera. Una vez abajo, se aprecia por primera vez el cenote en sí.

Es un cenote pequeño (o eso parece, porque a decir verdad no alcancé a ver el fondo de la cueva). Iluminado únicamente con la escasa luz solar que le llega desde el agujero de la entrada, tiene un aspecto bastante tétrico, ciertamente.

Hay una cuerda con la que balancearse y lanzarse al agua, pero a mí la oscuridad y la soledad del lugar me impresionaron demasiado. Tengo que reconocer que no me atreví a meterme en sus sombrías y tenebrosas aguas. Lo reconozco: soy una cagona.

Creo que, a pesar de su exotismo, no recomendaría este cenote a cualquiera. Quizás, si viajáis en grupo, la experiencia sea bastante diferente. Si no os da miedo la oscuridad y queréis tener un auténtico cenote para vosotros solos, quizás el San Juan sea el indicado.

Cenote Tza Ujun Kat

El significado de su nombre maya es “sonido de barro”. Es sin duda alguna, el cenote más famoso de la zona de Homún y también uno de los más grandes y preparados para el turismo, por lo que es habitual que haya bastante gente. A pesar de la gran afluencia, no se siente abarrotado en absoluto, ya que es tan grande que la gente está bastante repartida por toda la caverna.

La entrada y las primeras vistas que se obtienen del cenote son majestuosas. Unas escaleras dan acceso a una amplia y luminosa sala llena de estalactitas y estalagmitas. En el centro de la misma, un gran agujero deja pasar mucha luz del exterior, haciendo de éste un cenote muy acogedor.

Numerosas golondrinas, al contrario que en el primero de los cenotes de esta lista, revolotean por los alrededores.

El agua está extremadamente limpia y tiene un precioso color azul turquesa. Hay un par de escaleras para poder entrar al agua cómodamente. Hay zonas en las que se puede hacer pie dentro del agua y zonas mucho más profundas a las que no se recomienda acceder si no se nada bien.

Me llaman la atención unos pececillos pequeñitos que merodean entre los bañistas. No los había visto en ninguno de los otros cenotes. No sé si simplemente no había, o al estar más oscuros no se veían.

Pasé un largo rato a remojo en este magnífico cenote. A pesar de ser el más famoso y el más visitado de la zona, creo que fue el que más me gustó de todos. Por suerte, aún no ha perdido nada de su encanto.

Cenote Pool Uinic

Su nombre en maya significa “cabeza de hombre” y se encuentra justo en frente del anterior, así que es muy fácil combinar la visita a ambos. Tienen un jardín con plantas medicinales y una pequeña tienda en la que venden algunos remedios naturales. Justo al costado de esta tiendecita, un camino os guiará hasta la entrada del cenote.

Se trata de uno de los últimos en sumarse a la cada vez más larga lista de cenotes adecuados y preparados para el turismo (se abrió a los visitantes en 2016).

Tras bajar unas escaleras de cemento, llegamos a una pequeña antesala en la que crece un enorme álamo, árbol muy común en las zonas cenoteras.

Hay que continuar descendiendo algunas escaleras más para llegar al cenote propiamente dicho. Es un cenote cerrado (sin luz natural alguna), pero está perfectamente iluminado con un enorme foco. Puede parecer que esto le robe parte de su encanto natural, pero tras la no-experiencia del cenote San Juan, más oscuro que la boca del lobo, os aseguro que se agradece.

Coincidí solo con una familia mexicana en este cenote, pero si tenéis la mala suerte de encontrarlo muy lleno, creo que puede llegar a ser molesto, ya que el área de baño no es muy grande.

Hay una zona en la que se pueden coger unos barros que, según me dijeron, van muy bien para suavizar la piel. Así que aproveché para embadurnarme bien de arcillas para después lavarme en las frías aguas del cenote.

Precios

Por lo que me comentaron, los precios de los diferentes cenotes se van actualizando constantemente (no hay que olvidar que muchos son propiedad de particulares, quienes pueden fijar las tarifas que crean convenientes), así que es más que probable que la información que encontréis en guías y en internet no sea del todo correcta. En el momento de mi visita, en noviembre de 2017 (sí, voy muy retrasada con los relatos de mi viaje), la entrada a cada cenote costaba entre 15 y 30 pesos.

Vuelta a Mérida

Cuando di por finalizado el tour, un bus para Mérida acababa de salir de Homún. Como no me apetecía esperar un par de horas hasta el siguiente, me decidí a volver en una de esas temerarias combis de las que ya os hablé al comienzo de esta entrada. Por 30 pesos y en algo menos de una hora estaba de vuelta en Mérida.

Preguntadle al conductor de vuestro motocarro para que os aconseje cuál es la mejor opción según la hora del día.

Recomendaciones

Si queréis disfrutar de un magnífico día de cenotes, no os podéis olvidar, por supuesto, el bañador. Os recomiendo, además, que llevéis una pequeña toalla y un calzado cómodo y con buen agarre para los descensos a las cavernas (algo tipo sandalias que sujeten el pie estaría bien).

Además, para que las cristalinas y limpias aguas de estas maravillosas piscinas naturales sigan siendo lo que son, olvidaos por un día de cremas bronceadoras, repelentes de insectos y demás productos químicos.

Y mi última recomendación: ¡Disfrutad de la visita!

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