¡Llegó el momento de desvelar el gran secreto! Acabamos de comprar los billetes de avión y ¡esto es más real que nunca! Como ya os conté en un post anterior, nuestra luna de miel tenía que ser muy, pero que muy especial. Hemos viajado tanto que iba a ser difícil superarnos a nosotros mismos, pero creo que el plan pinta más que bien.
¡Nos vamos de viaje varios meses por el continente americano!
Lo leo mentalmente y ¡qué bien me suena! Ya os podéis imaginar la ilusión que nos hace. Hasta ahora el viaje más largo que hemos hecho fue de alrededor de un mes, así que ésta es una experiencia completamente nueva para nosotros.
Por cierto, leí el otro día que una estadística que decía que el 30% de los divorcios se tramitan tras las vacaciones. Si los unos vuelven hartos de los otros tras un par de semanas de sol y playa… ¿no la estaremos liando nada más empezar? Siempre he dicho que nada como un viaje, a ser posible de los de pocas comodidades, para conocer bien a la otra persona y ver si sois compatibles. Tras tantas batallitas juntos, creo que en esta ocasión también daremos el tipo.
El germen de esta aventura
El año pasado, durante el viaje al norte de Chile y Bolivia, tuvimos la suerte de conocer a muchos viajeros independientes como nosotros. Disfrutamos mucho los ratos de charlas viajeras, de intercambio de ideas y experiencias. Nos sorprendió que muchos de ellos llevaban viajando meses, recorriendo América, y algunos incluso el mundo entero. Nos moríamos de envidia oyendo sus historias, viendo fotos de lugares a los que siempre habíamos querido ir (y eso que nuestra lista de sitios visitados no es pequeña), y de otros muchos de los que ni siquiera habíamos oído hablar.
La mayoría eran viajeros “jóvenes”. Que conste que nosotros nos seguimos considerando jóvenes, pero en este caso estoy hablando de chavales de veintipocos. Muchos de ellos estaban de año sabático, justo antes o después de empezar la universidad, antes de comenzar en un nuevo trabajo… Pero entre todos ellos, una pareja suiza nos inspiró sobremanera. Tenían más o menos nuestra misma edad y lo habían dejado todo para viajar una temporada. Quizás no era tan descabellado hacer realidad nuestro gran sueño…
Después de aquel viaje, volvimos a nuestra rutina, al trabajo, a los atascos, al pagar facturas, al recoger la casa… Pero no conseguíamos quitarnos del todo de la cabeza aquella idea “loca” de evadirnos por un tiempo de la realidad y seguir nuestros sueños.
Unos meses después, un evento un poco traumático, del que prefiero ni dar detalles, me hizo ver la vida de otra manera. Hay que disfrutar el presente, porque el mañana no lo tenemos nadie garantizado. Pues ¡vaya novedad! estaréis pensando. Eso lo sabe todo el mundo. Sí, yo también lo sabía y escribía frases de ese tipo en Facebook y se lo espetaba a mi madre en el momento más oportuno (por ejemplo, tras la típica charla de “sienta la cabeza ya de una vez”). Pero en aquel mismo momento, esa frase dejó de ser una frase tan cierta como vacía de mayor significado, y pasó a ser mi lema de vida. Si era tan afortunada de tener una segunda oportunidad en esta vida, tenía la obligación de sacarle todo el jugo posible.
Pasando a la acción
Hasta ese momento, el miedo a lo desconocido nos había tenido ocupados buscando excusas, en lugar de soluciones. Los que ya no tenemos veintitantos sabemos lo complicada que puede volverse la vida con los años. ¿Cómo íbamos a dejarlo todo para irnos de viaje? ¿No sería demasiado arriesgado?
El empujón definitivo llegó cuando a mi marido le confirmaron la posibilidad de cogerse varios meses de vacaciones no remuneradas (vamos, una excedencia a la suiza). Ahí ya no nos lo pensamos más. En mi trabajo, hubiera sido impensable ni tan siquiera preguntar por tantas facilidades, así que decidí dejarlo. Cuando vuelva, ya tendré tiempo de reorientar mi vida. Un reto más.
Hemos pasado meses de burocracia interminable, papeleos insufribles y dolores de cabeza que no le recomiendo a nadie, pero… ¡ya lo tenemos todo medio encaminado!
En nuestro caso, el no tener ni hijos ni hipoteca facilita mucho las cosas. Bueno, acabo de soltaros una pequeña mentirijilla. En realidad, debería haber concretado que no tenemos hijos humanos. Nunca hasta ahora os había hablado de Coco, nuestro “hijo” gatuno.
No os preocupéis por él, que él también se coge vacaciones y va a pasar unos meses con los yayos en España. ¡¿Qué haría yo sin mis padres?!
El plan
Aunque viajaremos con mochila, no nos consideramos mochileros al uso, si es que existe tal cosa. Evidentemente, al viajar durante tanto tiempo, tendremos que cuidar bastante nuestro presupuesto, pero tampoco nos vamos a tirar siempre a lo más barato. Buscaremos siempre el equilibrio ideal, al menos para nosotros, entre precio y relativa comodidad. Y por supuesto, en tantos meses de viaje, algún caprichito nos daremos. De hecho, este viaje incluye un “caprichazo”, del que ya os hablaré a su debido tiempo.
Mi marido ha conseguido juntar alrededor de seis meses y medio, entre vacaciones que aún tenía de este año y la excedencia. En mi caso, ya que había dejado el trabajo, quería aprovechar para viajar algún tiempo más. Además, me parece una oportunidad única para probarme a mí misma, un poco más si cabe, viajando sola durante algún tiempo. A excepción de una escapada de unos días a Estambul que hice hace algunos años, nunca antes he viajado sola. En aquella ocasión, conocí a muchísima gente y en ningún momento me sentí sola, pero fueron pocos días y de eso hace ya muchos años… ¿disfrutaré de esa fase del viaje o me reconcomerá la morriña? Hacía mucho tiempo que no sentía tantas mariposas en el estómago ante un viaje.
Así que, como veis, comenzaré el viaje en solitario. ¡Una extravagancia más de nuestra luna de miel! A primeros de octubre volaré a Ciudad de México, donde pasaré unos primeros días de adaptación. Desde allí, tomaré otro vuelo hasta Puerto Vallarta y luego en bus me dirigiré a la Riviera Nayarit, donde participaré durante un par de semanas como voluntaria en un proyecto de una ONG para la protección de las tortugas marinas.
El viaje continuará por Chiapas, Guatemala, Belice y Yucatán. Los detalles aún no los sé ni yo. Sólo sé que a finales de noviembre debo estar en Campeche, México, para coger un vuelo a Colombia, donde “he quedado” con mi marido. ¡Así, como el que queda enfrente de la cafetería del barrio!
Ya juntos, nuestra particular luna de miel nos llevará por países como Panamá, Argentina, Nicaragua, Chile, Perú… y muchos lugares más. Su viaje terminará en junio del 2018, y yo tendré tiempo hasta entonces para decidir si me vuelvo con él, o me quedo viajando un tiempo más. Todo dependerá del sabor de boca que me hayan dejado las primeras semanas en soledad y, claro está, de la situación de la para entonces seguro maltrecha cuenta del banco.
Seguidnos en este increíble viaje por el continente americano, que la cosa promete, y mucho.
Ingrid que pasada! Me ha encantado la entrada y seguiré tus aventuras con ganas estos meses. Nos vemos pronto por España y me cuentas más. Un beso grande y hasta dentro de muy poco!
¡Muchas gracias, Rocío! En nada nos vemos y nos ponemos al día de todo. ¡Un besazo!