En los altos de Chiapas se encuentra la coqueta ciudad colonial de San Cristóbal de las Casas, un imprescindible en cualquier viaje por el sur de México.
Desde 2003 es considerada como un “Pueblo Mágico” por la Secretaría de Turismo de México. Este galardón reconoce el esfuerzo de un municipio y sus habitantes por mantener vivas las tradiciones y el folclore local.
A sabiendas de todo esto, ¿cómo me la iba a perder?
Mi llegada
Para llegar a Chiapas desde la Riviera Nayarit, tenía un largo día por delante. Primero debía llegar a Puerto Vallarta, a una hora y media de Rincón de Guayabitos, donde acababa de terminar mi voluntariado en el campamento tortuguero. Luego volaría a Ciudad de México, donde tenía una escala de varias horas. Posteriormente, un segundo avión me llevaría hasta Tuxtla Gutiérrez. Una vez allí, aún tendría que coger un autobús que, por 242 pesos, me llevaría a San Cristóbal de las Casas, mi destino final, en aproximadamente una hora y media más.
Había salido de mi hotel en Guayabitos a las 7 de la mañana y no llegué a destino hasta las 9 de la noche. ¡Menuda paliza!
La estación de autobuses de San Cristóbal no está muy lejos del centro, pero la lluvia, el cansancio y el peso de la mochila, me hizo decidirme por tomar un taxi. Estos fueron los 40 pesos mejor invertidos de todo el día.
Nada más llegar, llamé a Iris (la catalana que había conocido un par de semanas antes en el DF), quien ya llevaba un par de días por San Cristóbal. Al rato, ella y Karin, una mujer de Suiza a la que Iris había conocido en esos días, vinieron a buscarme a mi hostel para ir a cenar y tomar algo. Es curioso esto de viajar sola, llegar a un lugar nuevo y tener plan inmediatamente.
Mi alojamiento
En esta ciudad decidí alojarme en la Posada del Abuelito, con muy buenos comentarios en Tripadvisor. No me equivoqué en absoluto. Es un lugar muy acogedor, cómodo y limpio. Me quedé en un dormitorio femenino de cuatro camas y con baño privado por tan sólo 150 pesos la noche (¡menos de 7 euros!). El WiFi funciona bastante bien y el desayuno es muy bueno (tenéis que probar la mermelada casera…ñam ñam). Es un alojamiento más que recomendable al que volvería sin dudar.
El centro histórico
Dividí mi estancia en San Cristóbal en dos, ya que entre medias decidí hacer una visita a Palenque.
En mi primera visita, llovió bastante, por lo que no pude ver la ciudad en todo su esplendor.
Durante la segunda visita, tuve algo más de suerte con el tiempo. Por el día hizo mucho sol y calor, a excepción de alguna tormenta aislada. Por la noche hace un frío que pela, así que no os olvidéis de tener siempre una chaqueta a mano. ¡Se nota que nos encontramos por encima de los 2000 metros de altura!
Muchos de los edificios históricos, entre ellos la mayor parte de las iglesias y edificios coloniales, sufrieron daños estructurales durante el fuerte terremoto del pasado 7 de septiembre, por lo que se encontraban clausurados y apuntalados durante mi visita. El sismo ocurrido en Ciudad de México (bueno, en realidad el epicentro tuvo lugar cerca de Puebla) un par de semanas después eclipsó mediáticamente al de Chiapas, a pesar de que éste último fue incluso más potente.
Durante mi estancia en la ciudad (alrededor de una semana en total), las alarmas sísmicas sonaron en numerosas ocasiones. Cuando esto ocurre, se recomienda colocarse en una zona segura de la casa (bajo el dintel de una puerta o debajo de un mueble robusto, como una mesa, por ejemplo). Si os pilla en la calle, buscad un lugar alejado de edificios, grandes árboles o postes de la luz. Por suerte, los temblores de aquello días fueron muy leves. De hecho, yo ni los sentí.
La vida en San Cristóbal gira en torno a la calle Real de Guadalupe.
Allí encontraréis todo tipo de restaurantes, la mayor parte de las agencias turísticas y gran cantidad de tiendas, cafés y bares. Os dejo un pequeño mapa para que os ubiquéis.
Os recomiendo acudir a las 10 de la mañana a la cruz que se encuentra justo delante de la catedral (número 1 en el mapa).
Desde este punto, parte cada día un tour a pie gratuito y muy interesante, que os llevará por los puntos más reconocidos de la ciudad. Tendréis la oportunidad de descubrir callejuelas con encanto, probar productos típicos, aprender de su cultura y sus tradiciones… y todo a cambio de la voluntad (creo que una cantidad justo podrían ser alrededor de 50 pesos).
Por la zona de mi posada, hay una gran cantidad de grafitis muy llamativos.
Algunos de ellos expresan contundentes mensajes feministas.
A mí, personalmente, me encanta el arte urbano, así que fue una auténtica delicia pasear por el barrio.
Como curiosidad os contaré que hay muchísimos coches modelo “escarabajo”, de esos antiguos, por toda la ciudad.
Mirad que matrículas más originales llevan los coches en este estado mexicano.
San Cristóbal es una ciudad con un centro histórico más bien pequeñito y muy agradable para pasear. Encontraréis muchos rincones interesantes con algunos detalles muy bohemios que, seguro, os encantarán.
Pateárosla bien y disfrutadla. A mí me encantó.
Si, además, contáis con suficiente tiempo, como yo, hay muchas excursiones recomendables que podréis hacer por la zona. Sobre ellas, os hablaré en detalle en la siguiente entrada, ¡no os la perdáis!
Día de Muertos
Tuve la gran suerte de poder presenciar las celebraciones por el Día de Muertos en México, que van desde el día 31 de octubre hasta el 2 de noviembre.
Me sorprendió ver cómo las tradiciones más puramente mexicanas se entremezclan con otras como Halloween. Los niños se disfrazan y salen a la calle a pedir caramelos. Si les das algo, te dirán ¡qué viva la tía! o ¡qué viva el tío! (dependiendo si eres mujer u hombre). Yo no llevaba chuches para regalar, por lo que me pasé un par de noches oyendo “¡qué se muera la tía!” más que a menudo. Nunca me habían deseado la muerte con tanta gracia.
Además, hubo desfiles de catrinas por la calle, fiestas repletas de disfraces y maquillaje y altares en cada esquina.
Los mexicanos preparan durante días los altares en honor a sus muertos. En ellos ponen flores, la comida y bebidas favoritas del difunto, fotos de esa persona, etc. Son un auténtico espectáculo digno de ver.
En este país tienen una visión muy diferente de la muerte a la nuestra. No la viven con miedo ni con tanta tristeza. Esto es palpable en cualquier momento del año, aunque con mucha más intensidad en estas fechas tan señaladas. Vayáis a México en la época que vayáis, os encontraréis coloridas calaveras y divertidos esqueletos por doquier (en tiendas, restaurantes, casas…).
Y para muestra, un botón. Mirad estos divertidos cárteles, que me encontré en las puertas de los aseos de un bar.
Pero, lo que más puede llamar la atención de una no-mexicana como yo, son las celebraciones que se llevan a cabo en los cementerios (aquí llamados panteones) de todo el país durante estos días.
Allí se come, se bebe, se baila, hay mariachis tocando música en vivo… ¡Es toda una fiesta!
Para mí, el cementerio siempre había sido un lugar triste, lúgubre y sobrio. México ha roto todos mis esquemas. Alucinaba viendo a las familias haciendo picnic entre las tumbas y pasándoselo en grande en memoria de los que ya no están.
Al final, a todos nos llegará el momento de ser los ausentes, así que mejor disfrutar mientras podamos… Más o menos la misma filosofía de vida que me ha traído a este increíble viaje.